EL HILO
A Saramago
Pendía de un hilo la boca de la serpiente,
sin cuerpo ni alas.
La noche anida su acecho: la madre de madres,
la Eva del vergel perdido tendida al pecho
suspira y acepta su mirar. "No morirás".
Qué dulce, qué suave su gesto al susurrar!
El amor nace a segundos, el fruto al paladar,
comiendo comienza el épico drama,
la sensatez, la envidia, alma desvanece.
El ofidio perfila sus alas al infierno
paraíso del diablo, hecho predestinado
al olvido.
J.A. CANTO, MBA
jueves, 20 de noviembre de 2008
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