sábado, 3 de noviembre de 2007

FILOSOFI'A

El salto de Aquiles

¨La fe es un salto al vacío.¨ Soren Kierkegaard

Hasta el siglo XX y la obra filosófica de Lord Bertrand Russell se creyó imposible resolver satisfactoriamente las paradojas con las que reyes y principes se entretenían en la antiüedad clásica. Ellas son: ¨Aquiles y la tortuga¨, ¨El tercer hombre de Aristóteles¨ y ¨El cetro de Liang¨. A esas habría que añadir la paradoja de Russell y la bostoniana ¨Change without changing¨ que se deriva de la máxima ¨lo único seguro en el mundo es el cambio¨.Borges en ¨Avatares de la tortuga¨ llega a esta iluminada conclusión sobre las paradojas presocráticas:¨Nosotros -la indivisa divinidad que opera en nosotros - hemos soñado el mundo. Lo hemos soñado resistente, misterioso, visible, ubícuo en el espacio y firme en el tiempo; pero hemos consentido en su arquitectura tenues y eternos intersticios de sinrazón para saber que es falso.¨
Cuando estudiaba las citadas paradojas llegó al restaurant mi amigo el profesor Francisco Solís de la universidad de Salamanca. Le pedí ayuda. Pensaba acertadamente que estas disquicisiones filosóficas habían sido abordadas y contestadas -si eran suceptibles de respuesta - satisfactoriamente por pensadores europeos.
Siguiendo a Sócrates formulé varias preguntas pues preguntando se llega a Atenas.Si lo único seguro es el cambio, la metamórfosis, ¿como pueden ocurrir cambios sin movimientos? Hagamos un inofensivo experimento. Atemos a todos los Eleanos a los postes de luz de la Puerta del Sol en Madrid. Pidamos que el arquero del rey les dispare una flecha desde diez metros a cada uno a menos que levanten una mano en señal de que aceptan la existencia del movimiento y saben que no es simple especulación que la flecha una vez disparada los alcanzará sin importar la subdivisión del tiempo que transcurra. Como prueba de humana sensatez, todos levantarían las manos. Sin embargo, si el arquero dispara su flecha a los sensatos e inteligentes sería indicio de inhumana crueldad. Subrepticiamente, podríamos atar un hilo de pescar de nueve metros a cada flecha y amarrarlo al arco.
Concluyo amigo profesor en que las especulaciones filosóficas son solamente palabras -sigo a Borges - si no las acompaña la voluntad proactiva fruto del conocimiento logrado bajo un sistema Popperiano de pensamiento.La pregunta no es si el tercer hombre existe sino cuando comenzó a existir. No pudo haber existido antes del arquetipo eterno de Platón, de inmanente perfección; si por el contrario fue engendrado después, carece de eternidad. El profesor Solís acota que mi aparente defensa de Platón olvida el profetizado superhombre de Nietzsche. Ese ideal humano es un arquetipo por lograr. A través del ejercicio inteligente de la voluntad -Schopenhauer - aparecerá el individuo superior en todo al hombre-masa, al del rebáño que sigue un espejismo acobardante. Diría: ¨soy el demiurgo y creo las condiciones de mi estelar futuro¨. Parafraseando a Schopenhaluer: ¨el mundo es fabricado por la voluntad.
No olvidemos el azar, profesor.Anecdoticamente, tengo un corcel llamado caríñosamente ¨Aquiles¨. El salta sobre muros y vadenes. Es un alazán de largas crines y grandes ojos negros. El corre y yo le hablo, o a veces parece ser viceversa la situación. El otro día le pedía uno de mis invitados que se quedara inmovil mientras ilustraba la refutación russeliana de la paradoja de Aquiles y la tortuga de Zenón de Elea. Puse el caballo entre dos cuerdas marcadas de menos nueve a cero. La menor medida para Aquiles y el cero para la tortuga. La nada, el cero es el fulcrum de la coordenadas descartesianas. Mis cuerdas son cuasiparalelas. Una palmada vastó para que Aquiles diera un salto al cero y cayera junto a la tortuga al vacío. En un infinito esfuerzo, el jumento y la tortuga caerán hasta alcanzar el uno por obra del azar. Claro, es irónico pensar que un miembro de la casta caballar tenga fe y además que al momento de saltar esté presente un observador inmóvil -Einstein - para medir el salto al cero.Me levantaba para salir cuando el profesor llamó la atención al hecho de que faltaba lo del cetro de oro. Ya sentado indiqué que, como dice la leyenda, llegará el día que vuelva a la Ciudad Prohibida la princesa imperial Li Po. Su belleza y talento hará aparecer por mágico arte el cetro renovado de Liang. Ella dispondrá que el cetro no sea cortado sin que antes los sabios mandarines hayan construido un tren silencioso de Beijing a Lisboa para trasladar los augustos miembros de la Horda de Oro.
j. a. canto

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