sábado, 16 de febrero de 2008

ENSAYO BIOGRAFICO

Kiharu: Un ángel en New York

"Sea como fuere, fue el hombre con menos carácter de mi vida." Kiharu sobre Ota Kazuo.
"Es revelador que nuestra intimidad jamás aflore de manera natural, sin el acicate de la fiesta, el alcohol o la muerte." Octavio Paz, "El laberinto de la soledad."

El relato de la vida de "Primavera feliz", Edokko Geisha Ichidaiki, es un testimonio vívido y encantador de una japonesa extraordinaria nacida en 1913.
Como la samaritana de antaño, tuvo cinco maridos y el último, Robert, no lo era sino de teatro Kabuki. Kiharu nos muestra un Japón urbano de sin igual diversidad y modernidad sin dejar de nombrar los detalles donde siempre ha estado Dios. Los pequeños incidentes, los gestos, las cosas que al observador común pasarían desapercibidas, ella los describe con amor y gran exactitud.

Cita las razones para mantener hasta hoy las costumbres milenarias de las maestras del entretenimiento femenino japonés, de las anfitrionas ideales. Hay reglas de conducta en el mundo de las "flores y los sauces llorones", en el servicio de las camareras educadas, circunspectas, elegantes del corto pisar y el deslumbrante Kimono. El recato y el pudor de las profesionales del placer y el buen gusto oriental se transparentan en 429 páginas en donde la palabra "sexo" practicamente nunca aparece. El uso carnal de una Geisha se obvía y en las mejores circunstancias se rechaza. Ella experimentó todas las etapas del sentimiento amoroso: El romántico, a primera vista, sin condiciones -Konoe-, el que nace de un sagrado compromiso social, el del amante solidario o protector; el que proporciona una oportunidad de progreso material. Pero, la inteligencia de Kiharu se demuestra en su adaptación en la adversidad y su lealtad a su tradición sin la cual parte de la riqueza cultural del Japón desaparecería.

La biografía escrita por uno mismo es siempre bien maquillada para lucirle al lector. Esta obra no es la excepción. Sin embargo, lo que no se narra puede ser revelador. ¿Cómo explicar su entrega al llegar a New York, la capital del mundo, a los vencedores del Japón imperial, sin reservas ni resquemores? ¿Cuál era su verdadera misión? Intuyo que ella creía representar el otro Japón, un lugar fantástico y encantador donde solamente hay flores y los sauces se mecen en la brisa. Ese lugar idílico, ensoñador, soñado por una niña con largas trenzas que logra con su valentía vindicar en los Estados Unidos a su padre de la ignominia de la derrota. Pensaba, digo con presunción, que el verdadero Japón lo llevaba ella pintado en su imperecedero Kimono,su seguridad en el singular arreglo sartorial.

Intuia que nadie podría juzgarla por vivir para que los demás se divirtieran; la vida es cosa teatral, diríamos con cierta convicción. Pero, ella no revela ninguno de sus secretos más íntimos: Sus formas de hacer el amor, sus posiciones preferidas, si fue violada por algún marinero violento, o si los castigos de los patriarcas de Shimbashi alguna vez lastimaron su delicada piel. Si algo como eso ocurrió, respondo sin certeza, consistió en una celebración de la vida misma. Para ella y sus hermanas Geishas el evento de la segunda Guerra Mundial significó mucho pero más sentimentalmente.

"Una semana más tarde, Hidemaro -su amante aristócrata- partió hacia Europa. Así acabó todo. Poco después estalló la guerra y con ella se destruyó mi gran amor. "
Tenía 26 años y sentimentalmente había comenzado a morir.
J. A. Canto, MBA

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