lunes, 31 de diciembre de 2007

CUENTO

El Encuentro Furtivo

"Quiero solamente mirarte." Chantal, en "La Identidad", Milan Kundera.

A veces lo mejor viene sin un designio, sin premeditación alguna. Ella me decía que me había visto sentado en una mesa reservada cada viernes al mediodía. Que esa solía ser su mesa preferida cuando cenaba o almorzaba con sus amigas en la ciudad. Era un restaurante reconocido con un buen sommelier y comida francesa. Le pregunté que cuánto tiempo hacía que no venía a Boston. Dijo, unos años y comenzó un monólogo casi interminable:
Al volver este verano decidí almorzar aquí, pero siempre que venía estaba reservada mi mesa preferida. Indagué con el sommelier y me dijo que era el señor Canto, un escritor latino americano que prefería las damas rubias pues se consideraba un "gentleman". Alguien que había superado con mucho las costumbres plebeyas que lo dominaban en su primera juventud. Un viernes vine decidida a conocerle. Puede que le parezca rara mi actitud, pero estoy acostumbrada a elegir mis amistades no que nadie me elija a mí.Cuando le vi ahí sentado por primera vez quise decirle a mi guardaespaldas que le pidiera, por favor, dejar libre esa mesa tan preciada por estar bien ubicada. Se puede ver el balcón de flores con colores tan animados como los de las chicas coquetas que deambulan por State street o Market Square. También, me agrada porque me trae, sin el menor esfuerzo, recuerdos felices de mis días de colegiala.Desistí de aquel propósito. Si él está ahí la próxima semana, lo abordaré con toda elegancia. No me importa que me mande al infierno. Es el hombre, que siempre será un lobo para todos los otros, quien pierda la oportunidad de tener una relación con una verdadera mujer, una modelo, una actriz, una niña mimada, bella y con una de las herencias más codiciadas del planeta."Pero, Paris, ¿por qué yo? Cuando estabas en la universidad, ya había recorrido en mundo civilizado y encontrado al más grande amor de mi vida. Estoy seguro así mismo ocurrirá contigo. Encontrarás el más maravilloso amor cuando menos lo esperes, furtivamente."Ella, toda una diplomática, ignoró mi interrupción. Estamos solos, dijo. Pediré el "duck a l`orange" que es una exquisitez de este lugar. Sé que solamente comes comida "kosher", así que sugiero el "filet Mignon" para usted. Además, un vino canadiense de nuestra casa importadora. Lo vendemos a "La maison Robert" en exclusiva. "Sabes, Paris, que mi forma de ser, mi educación, mi caballerosidad, no me permiten bajo ninguna circunstancia mandarte al infierno." Bien, continuó ella, mientras saboreaba el primer jugoso bocado, nos encontraremos siempre los viernes.Pensaba, como todo buen católico en no volver a comer carne roja los viernes. Sin embargo, comenzaba a soñar esperanzado con el retorno de la mujer. ¿Sería esta la Mujer? Susurraba su nombre y seguía preguntándome, ¿por qué yo? Los polos opuestos se atraen, pensé. Nunca antes la había visto, sólo en televisión y en las revistas como "Vogue" y "GQ". Quizás, ella nunca volverá, se quedará en su mundo, mundo de constantes cambios, giros; donde el amor florece tarde. Es posible que así sea mejor pues la pasión en la adolescencia de una chica suele ser no solo peligrosa sino fatal. A seguidas dijo que los hombres siempre se equivocan al pensar que una mujer pueda enamorarse a primera vista. Ellas, como yo, pensamos mucho antes de darnos un sí secreto sobre una posible relación. Nosotras los hemos visto a ellos primero. Después, si lo hemos decidido, les permitimos a ellos encontrarnos. Puede que eso jamás suceda. Pensé interrumpirla con la pregunta, ¿qué requeriría ella para enamorarse de una persona, cuáles serían la cualidades indispensables para lograr conquistarla? Sin saberlo, contestó a mis pensamientos. Ningún hombre jamás necesita nada especial para conquistar a una mujer. Solamente, se requiere estar ahí en el preciso momento en que ella decida entregarse a alguien suficientemente fuerte y valeroso para satisfacerla. Intuí que Paris se había divorciado alguna vez por el discurso tan lejos de la característica ingenuidad de una mujer tan joven. ¿Buscaba la felicidad, ella que ya todo lo tenía? Siempre me pregunto, ¿por qué la felicidad elude a quien todo lo posee, particularmente, si no lo consume algún deseo o ambición altruista?Es muy posible que Paris y yo habíamos olvidado los sentimientos tan agradables que surgen de encuentros como los nuestros. Están revestidos de tanta sencillez y ausencia de protocolo. Así, puedo mirarla a los ojos y decirle lo importante que es llegar a conocernos mejor. Eso siempre ocurría cuando nada especial esperábamos. Un saludo y un adiós; un gesto de despedida después de cruzar nuestras miradas y nada más.Comíamos despacio y ella seguía hablándome de ella. Tenía planes de volver a las artes, a la escultura. Estudiar las presencias en acero y mármol que la dejaban encantada o perpleja. Deseaba volver al arte del mazo y el cincel, del esbozo fundido en el metal, que roba las miradas furtivas del espectador. Esas presencias ya no dibujan el cuerpo femenino o humano tanto como en los tiempos clásicos ni sirven a temas religiosos. Son representaciones del arte por el arte mismo. Sirven un propósito visual recreativo. No llevan un mensaje. Sólo están ahí; y lo importante es que estarán ocupando un lugar por más tiempo que cualquier ser contemporáneo a su creación. El monólogo parecería interminable si no fuese interesante. La miro y los colores bien combinados de su rostro me enamoran. Los pendientes como lágrimas perlinas me hipnotizan. Se mueven rítmicamente con la entonación de su voz. Parecen decir, "duerme, duerme". No duermo. Sé conjurar el hechizo.
j.a.canto, MBA

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